Durante veinte años, Nahuel García —biólogo y doctor en biotecnología nacido en Monte— fue incubando una idea que, de confirmarse, podría reescribir parte de lo que la ciencia sabe sobre la vida. Lo dice sin grandilocuencia, desde su oficina improvisada en la habitación donde creció: “yo tengo evidencia científica in silico que demuestra realmente que el ADN puede estar funcionando como una computadora cuántica, como un sistema cuántico”.
“Esto tiene de base una investigación mía personal. Yo tengo 40 años y debo haber empezado a pensar en las ideas que hay atrás de ese libro hace 20”, cuenta. “No como una cuestión literaria, sino científica. Las ideas que están detrás de eso tienen 20 años de maduración en un marco científico.”
Durante tres años intentó publicar su trabajo en revistas internacionales. “Nunca me costó tanto publicar algo. Esto rompe con doscientos millones de paradigmas. Lo dice en sentido metaforico, tambien resalta que “ No tengo institución, no tengo a nadie que me apadrine, y no hay marco actual en el cual se pueda enmarcar la hipótesis que he hecho: que el ADN funcione como una antena fractal para captar señales que vienen desde el cosmos.”
García modeló su hipótesis en simulaciones por computadora: “Cuando modelo al ADN como un sistema cuántico, como una computadora cuántica, veo que pasan cosas imposibles. Tengo evidencia científica que demuestra que el ADN puede estar funcionando como un sistema cuántico.”
La frustración del científico
Pero el sistema no le abrió las puertas. “Me cansé de intentar publicar el paper y dije: si no va por la vía científica, vamos a intentar que llegue por la literaria.” Así nació La antena de los sueños, un cuento que mezcla ciencia y ficción. “Es corto, son cuarenta páginas, pero me costó muchísimo. Estoy acostumbrado a escribir en inglés y con lenguaje técnico. Pasar a algo que llegue a la gente me resultó dificilísimo.”
“Ni siquiera sé si es bueno lo que hice. Es pesado y puede no gustarle a nadie. Pero tiene referencias reales, científicas. Lo que busco es que el lector se sienta parte de la historia y vaya a buscar de dónde salen las cosas.”
La antena de los sueños se gestó entre la ciencia y la catarsis: “Me pudrí. Luché tres años para publicar un artículo.
Ciencia desde una habitación
“Estoy en una oficinita que me hice en la pieza donde crecí, en la casa de mis viejos.” Desde allí trabaja para laboratorios de Dinamarca y Australia, sin pertenecer a ninguna institución formal. “Me gano la vida trabajando para tipos de afuera, tengo una empresita acá, pero también me queda tiempo libre para seguir con las cosas raras que me gustan.”
No se considera un científico típico: “Casi siempre las personas que hacen carrera se agarran de una rama y se quedan ahí. A mí eso no me gusta. Soy biólogo, pero estudié mucha matemática, física, computación. Soy un bicho raro.”
Esa rareza le cuesta profesionalmente: “Cualquiera de mis mentores me dice: te arruinaste la vida, andate a trabajar a algún lado. Pero involucrarme con una institución me quitaría tiempo libre.”
La hipótesis: el ADN como reloj del universo
García explica con precisión matemática el origen de su idea. “El trabajo científico empieza queriendo responder qué es el envejecimiento. Cómo hacen las células para medir el paso del tiempo.”
“La mejor manera que un sistema vivo tendría para medir el tiempo es midiendo cómo se expande el universo.” Se apoya en las leyes de la termodinámica: “La entropía de un sistema siempre aumenta. Si vos no ordenás tu habitación, el quilombo aumenta. Eso mismo pasa en el universo. La entropía es el desorden que tiende a crecer.”
De ahí pasa al efecto Doppler: “El sonido de una ambulancia cambia cuando se acerca o se aleja. Lo mismo ocurre con la luz de las galaxias: se corre hacia el rojo porque el universo se expande.”
Entonces formula la pregunta que sostiene su hipótesis: “Si el ADN está demostrado que puede actuar como una antena fractal, ¿no podría captar esas señales cósmicas y medir el paso del tiempo?”
“El ADN resuena a 34 GHz, y la radiación cósmica de fondo contempla esa misma frecuencia. Mirá si el ADN no es capaz de medir el paso del tiempo a través del efecto Doppler de ondas que vienen del universo hacia la Tierra.”
El vínculo con el envejecimiento es directo: “Pasar el tiempo equivale a introducir mutaciones en el ADN. Eso se sabe, pero nadie sabe cómo ni por qué pasa. Yo propongo que el ADN, al captar esas frecuencias, altera las probabilidades del quantum tunneling, que modifica los errores de la enzima que copia el ADN. Esos errores son mutaciones, y eso es el envejecimiento.”
“La vida es entropía inversa. El universo intenta destruirte todo el tiempo, tiende a desorganizarte. Pero la vida se autorreplica. Hackea el sistema.”
Y remata: “El ADN tiene mucho sentido como instrumento que mide el paso del tiempo, porque lo que hace es hackear el paso del tiempo a través de la autopreservación del código.”
Entre la ciencia y la ficción
García no ve contradicción entre escribir ficción y hacer ciencia: “El libro está escrito de manera didáctica. Va introduciendo conceptos básicos de matemática, física, cosmología y biología, para que el lector aprenda mientras se entretiene.”
“Lo que intento es que la gente sienta la misma pasión que siento yo por todo esto. Que entienda que nociones tan contraintuitivas como que podamos recibir señales de los confines del universo pueden ser perfectamente ciertas.”
“Hay un mundo en la ciencia totalmente fascinante que la mayoría desconoce. Lo que busco despertar es el interés por la ciencia y por la filosofía al mismo tiempo, porque los conceptos que están ahí desafían muchos paradigmas actuales.”
Inteligencia artificial y conciencia
El diálogo con la inteligencia artificial atraviesa tanto el libro como sus reflexiones. “Estamos en un momento de la historia de la humanidad que es bisagra en relación a la inteligencia artificial.”
“Comprender ciertos aspectos científicos, que son bastante sencillos y que nadie los tiene en cuenta, es fundamental para entender la realidad en la que vivimos hoy y en la que podemos vivir en los próximos 10 o 15 años.”
Cuando se le pregunta por la frontera entre lo humano y la máquina, responde con cautela: “No te lo puedo contestar sin spoilear el libro. Están de la mano. Pero tienen que ver con cómo viajan las señales a través de los diferentes ciclos de expansión y contracción del universo.”
Un taller de ciencia en Monte
Además del libro, Nahuel prepara un taller. “Hace rato que lo vengo armando. Van a ser ocho clases, un mes o dos, una o dos por semana. Para chicos desde los 15 años hasta el más grande que quiera.”
“La idea es introducir un montón de conceptos científicos fundamentales para entender cómo está funcionando la inteligencia artificial, por qué estamos parados donde estamos. Hay cosas rarísimas en ciencia que se están utilizando hoy, que vos usás cada vez que mandás un mensaje de voz, y son fáciles de entender.”
No será solo teoría: “Voy a hacer también charlas con científicos de primer nivel. Conecto la computadora y en cinco minutos tengo hablando a Eduardo Marbán, el cardiólogo más importante del mundo. Un pibe de Monte le puede preguntar lo que quiera por Zoom.”
“La idea del taller es mostrar que la ciencia no es algo lejano ni inalcanzable. Hay gente tope de gama que es sencilla y te responde con la misma naturalidad con que yo te estoy hablando a vos.”
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